«Estamos amputando el cerebro de los niños»
Xavi Cañellas, nos alerta desde la psiconeuroinmunólogía, sobre el impacto de las pantallas en la creatividad y el aprendizaje de los más pequeños.
El aburrimiento en la infancia está desapareciendo, y con ello, una parte fundamental del desarrollo cerebral. Así lo advierte Xavi Cañellas, experto en psiconeuroinmunología, quien señala que la ausencia de momentos vacíos para los niños afecta directamente a su capacidad creativa y emocional. El avance tecnológico, sobre todo la penetración masiva de las pantallas, ha modificado la forma en que los menores experimentan y procesan sus emociones y pensamientos.

Según Cañellas, estamos «amputando el cerebro de los niños» al eliminar esos períodos de aburrimiento que estimulan la imaginación y la gestión de la frustración. En España, donde el uso de dispositivos digitales entre menores se ha incrementado exponencialmente en los últimos años, esta situación es motivo de reflexión para educadores y familias. La sobreexposición a estímulos externos intensos y constantes está creando generaciones con cerebros dependientes, incapaces de tolerar la ausencia de novedades o la espera.
El especialista recalca que el aburrimiento es esencial porque genera necesidad, y esa necesidad despierta procesos creativos que contribuyen a la autonomía infantil. Sin esos espacios sin estímulos, los niños no aprenden a observar, imaginar ni afrontar situaciones que les resultan incómodas, lo que puede repercutir en su rendimiento psicológico a corto y largo plazo.
El papel de las pantallas y la tecnología

Un dato crítico que señala Cañellas es la relación directa entre el uso de pantallas y la eliminación del «espacio vacío» en la mente de los niños. Las pantallas absorben la atención y no permiten esos momentos sin estímulos, imprescindibles para que el cerebro infantil desarrolle habilidades cognitivas como la imaginación y la capacidad de resolución de problemas autónoma.

El constante bombardeo de información provoca, además, que los niños se habitúen a una gratificación instantánea. La ausencia de estímulos lleva a un estado de incomodidad o frustración que muchos pequeños no saben cómo gestionar debido a la falta de entrenamiento en estos espacios «vacíos». Esta carencia puede traducirse en trastornos de atención, ansiedad o dependencia tecnológica, tal y como alertan diversos especialistas españoles en salud mental infantil.
Creatividad y necesidad: el eje del aprendizaje

Los procesos creativos suelen activarse cuando las personas sienten la necesidad de resolver un problema o de llenar un vacío. Esto ocurre especialmente en la infancia, porque las carencias inducen a la búsqueda de soluciones novedosas y al desarrollo de la imaginación. Sin embargo, el uso excesivo de dispositivos digitales suprime esta necesidad, ya que el estímulo externo está siempre presente, eliminando el espacio para que el niño descubra sus propios recursos.
Cañellas insiste en que la creatividad no es un don innato, sino un proceso que se cultiva a través de experiencias donde el aburrimiento y la frustración juegan un papel esencial. De ahí que muchos niños con acceso exclusivo a tecnología para entretenerse tengan dificultades luego para pensar de forma autónoma o para innovar en sus juegos y tareas diarias.
👁️ TOMADO DE:
https://www.ultimahora.es/xaloc/dudas-respuestas/2025/07/05/2422819/xavi-canellas-psiconeuroinmunologo-estamos-amputando-cerebro-ninos.html
El problema de Harvard
«Soy profesor de Harvard desde hace 22 años y siempre critiqué sus problemas, pero esto se fue de quicio».
-Los movimientos de resistencia no violenta tienen más éxito que la resistencia violenta
-Paralizar las instituciones que adquieren y transmiten conocimiento es un trágico error y un crimen contra las generaciones futuras.
En mis 22 años como profesor en la Universidad de Harvard, nunca tuve miedo de morder la mano del que me da de comer. En mi ensayo de 2014 “El problema de Harvard” reclamaba una política de admisiones transparente y meritocrática que reemplazara el actual oscurantismo. Mi “plan de cinco puntos para salvar a Harvard de sí misma” de 2023 exhortaba a la universidad a comprometerse con la libertad de expresión, la neutralidad institucional, la no-violencia, la diversidad de puntos de vista y el desempoderamiento de las políticas de diversidad, igualdad e inclusión.
El otoño pasado, en el aniversario del 7 de octubre de 2023, expliqué “cómo me gustaría que Harvard le enseñe a los estudiantes a hablar sobre Israel”, instando a la universidad a enseñarles a nuestros estudiantes a enfrentar y manejar las complejidades morales e históricas del caso.
Hace dos años, cofundé el Consejo de Libertad Académica de Harvard, que desde entonces ha cuestionado regularmente las políticas de la universidad y ha presionado para que se modifiquen.
Así que no pretendo hacer una apología de mi empleador cuando digo que las invectivas dirigidas contra Harvard están fuera de quicio. Según sus críticos, Harvard es una “vergüenza nacional”, una “madrasa progresista”, un “campo de adoctrinamiento maoísta”, la “nave de los locos”, un “bastión de odio y acoso antijudío desenfrenado”, un “pozo séptico de agitación extremista” y un “puesto de avanzada islamista” donde la “opinión dominante en el campus” es “destruyendo a los judíos se habrán destruido las raíces de la civilización occidental”.
Y eso sin mencionar la opinión del presidente Donald Trump de que Harvard es “una institución antisemita de extrema izquierda”, un “caos progresista” y una “amenaza para la democracia”, que “tiene contratados a casi todos progresistas, zurdos radicalizados, idiotas y ‘cerebros’ que a los estudiantes y a los supuestos futuros líderes solo son capaces de enseñar el FRACASO.”
No son palabras al azar. Además de su brutal y generalizado recorte del financiamiento a la investigación, el gobierno de Trump ha apuntado directamente contra Harvard, la única institución que no recibirá ninguna subvención federal. Insatisfecho con estas sanciones, el gobierno acaba de tomar medidas para impedir que Harvard admita a estudiantes extranjeros y ha amenazado con multiplicar hasta 15 veces el impuesto que paga el fondo de financiamiento propio de la universidad, además de eliminar su estatus de organización sin fines de lucro libre de impuestos.
Llamémoslo el “Síndrome de Enajenación Harvard”. Como la universidad más antigua, rica y famosa del país, Harvard siempre ha concitado una atención desmesurada. En el imaginario público, la universidad es tanto el epítome de la educación superior como un imán natural de todas las quejas contra las élites.
Los psicólogos identifican un síntoma llamado “escisión”, una forma de pensamiento en blanco y negro donde el paciente solo puede concebir a las personas que están en su vida como ángeles maravillosos o demonios execrables. Generalmente eso se trata con terapia dialéctica conductual, que incluye consejos como: “La mayoría de las personas son una mezcla de virtudes y defectos, y considerarlos completamente malos o buenos puede ser perjudicial a largo plazo. Cuando alguien nos decepciona nos sentimos mal. ¿Cómo hacemos para permitirnos sentirnos mal sin que eso defina por completo nuestra visión sobre esa persona?”
Para tratar con sus instituciones educativas y culturales, Estados Unidos necesita desesperadamente ese sentido de proporcionalidad.
Los problemas de Harvard
Harvard, como soy uno de los primeros en señalar, tiene problemas graves. La sensación de que algo no va bien en la universidad es generalizada, y por eso el ataque frontal Trump en algunos ha generado adhesión e incluso alegría malsana. Pero Harvard es un sistema complejo que se desarrolló a lo largo de siglos y que constantemente tiene que lidiar con contradicciones y desafíos inesperados. El tratamiento adecuado —como con otras instituciones imperfectas— es diagnosticar qué partes del sistema necesitan qué tipo de remedio, no cortarle la carótida y ver cómo se desangra.
¿Por qué se convirtió Harvard en un blanco tan fácil y tentador? Parte de la ira que concita es inevitable, consecuencia de su propia naturaleza.
Harvard es enorme: tiene 25.000 estudiantes, atendidos por 2400 profesores repartidos en 13 facultades (incluyendo administración de empresas y odontología). Inevitablemente, esas multitudes incluyen algunos excéntricos y alborotadores, y hoy en día sus travesuras pueden viralizarse. Las personas somos vulnerables al sesgo de disponibilidad: una anécdota memorable se aloja en nuestro cerebro y se infla la estimación subjetiva de su prevalencia o repetición. Así, un izquierdista que habla de más termina siendo un campo de adoctrinamiento maoísta.
Además, las universidades están comprometidas con la libertad de expresión, incluidas las expresiones que no nos gustan. Una corporación puede despedir a un empleado que se expresa abiertamente; una universidad no puede, o no debería.
Harvard tampoco es una orden monástica de clausura, sino parte de una red global. La mayoría de nuestros profesores y estudiantes de posgrado se formaron en otros lugares y asisten a las mismas conferencias y leen las mismas publicaciones que el resto del mundo académico. A pesar de la presunción de Harvard de ser especial, casi todo lo que sucede aquí puede encontrarse en muchas otras universidades que tengan un fuerte enfoque en la investigación.
Finalmente, nuestros estudiantes no son pizarras en blanco sobre las que podamos escribir a voluntad. Los jóvenes se forman gracias a sus compañeros mucho más de lo que la mayoría cree. Los estudiantes se forman gracias a la cultura de pares en sus escuelas secundarias, en Harvard y, especialmente a través de las redes sociales, en el mundo. En muchos casos, las ideas políticas de los estudiantes no son más atribuibles a la enseñanza de los profesores que su pelo verde y sus piercings en el tabique nasal.
Sin embargo, parte de la enemistad contra Harvard es merecida. Mis colegas y yo llevamos años preocupados por la erosión de la libertad académica en la universidad, ejemplificada en algunas ignominiosas persecuciones.
En 2021, la bióloga Carole Hooven fue demonizada y aislada, lo que la terminó expulsando de Harvard, por explicar en una entrevista cómo la biología define a los hombres y a las mujeres. Su cancelación fue la gota que rebalsó el vaso y nos llevó a crear el consejo de libertad académica, pero Hooven no fue la primera ni la última. También fueron perseguidos el epidemiólogo Tyler VanderWeele, el bioingeniero Kit Parker y el jurista Ronald Sullivan. La Fundación para los Derechos Individuales y la Expresión contabiliza estos incidentes, y en los últimos dos años Harvard ha ocupado el último lugar en libertad de expresión entre unas 250 universidades relevadas.
Esas cancelaciones no son solo injusticias contra individuos particulares. La investigación académica honesta es difícil si los investigadores están en vilo por miedo a que un comentario profesional los exponga a la difamación, o una opinión conservadora sea considerada un delito.
¿Pero una madrasa progresista? Esa es una división en blanco y negro que requiere terapia conductual. La simple enumeración de las cancelaciones, especialmente en una institución grande y conspicua como Harvard, puede eclipsar la cantidad mucho mayor de veces que se expresan opiniones heterodoxas sin que nadie se queje. Por muy preocupado que esté por los ataques a la libertad académica en Harvard, quedar en último lugar no pasa la prueba del olfato.
Y empiezo por mí mismo. Durante mis más de dos décadas en la universidad, he enseñado muchas ideas controvertidas, incluyendo la realidad de las diferencias sexuales, la heredabilidad de la inteligencia y las raíces evolutivas de la violencia, al tiempo que invito a mis estudiantes a discrepar, siempre que expongan sus argumentos. No pretendo ser valiente: el resultado ha sido cero protestas, varias distinciones universitarias y una relación cordial con todos los docentes, decanos y rectores.
La mayoría de mis colegas también se ciñen a los datos e informan sobre lo que sugieren o confirman sus hallazgos, por muy políticamente incorrectos que sean. Algunos ejemplos: la raza tiene cierta base biológica; el matrimonio reduce la delincuencia, como también la vigilancia policial en zonas candentes; el racismo viene en declive; la fonética es esencial para la enseñanza de la lectura; las “advertencias de activación” pueden ser más perjudiciales que beneficiosas; los africanos participaron activamente en la trata de esclavos; en parte, los logros educativos están en los genes; combatir las drogas tiene beneficios, y legalizarlas tiene inconvenientes; los mercados pueden hacer que las personas sean más justas y generosas. A pesar de todos los titulares de los diarios, el día a día en Harvard consiste en publicar ideas sin temor ni preferencias.
Otro aspecto en el que las deficiencias de Harvard son ciertas, pero donde a largo plazo no ayuda considerarlas como completamente negativas, es la diversidad de puntos de vista. Según una encuesta de 2023 publicada en The Harvard Crimson, el 45% del profesorado de la Facultad de Artes y Ciencias se identificó como “progresista”, el 32% como “muy progresista”, el 20% como “moderado” y solo el 3% como “conservador”. (La encuesta no incluyó la opción “zurdísimo progresista e ignorante”). La estimación de FIRE sobre el profesorado conservador es ligeramente superior, un 6 %.
Una universidad no tiene por qué ser una democracia representativa, pero una insuficiente diversidad política puede comprometer su misión educativa. En 2015, un equipo de científicos sociales demostró cómo la monocultura progresista había llevado a su campo de estudio a cometer errores científicos, como concluir prematuramente que los progresistas tienen menos prejuicios que los conservadores porque habían pasado pruebas de detección de prejuicios contra los afroamericanos y los musulmanes, pero no así contra los evangélicos.
Una encuesta realizada a mis colegas del Consejo de Libertad Académica reveló numerosos ejemplos en los que, según ellos, la estrechez de miras política había sesgado la investigación en sus especialidades. En política climática, esto condujo al enfoque de demonizar a las empresas de combustibles fósiles en lugar de reconocer el deseo universal de energía abundante; en pediatría, a aceptar al pie de la letra la disforia de género de todos los adolescentes que decían sentirla; en salud pública, a defender intervenciones maximalistas del Estado, en lugar de hacer un análisis de costo-beneficio; en historia, a enfatizar los daños del colonialismo, pero no los del comunismo ni el islamismo; en ciencias sociales, a atribuir todas las disparidades grupales al racismo, pero nunca a la cultura; y en los estudios de la mujer, a permitir el estudio del sexismo y los estereotipos, pero no la selección sexual, la sexología ni las hormonas (no por casualidad, la especialidad de la bióloga Hooven).
Aunque a Harvard sin duda le vendría bien una mayor diversidad política e intelectual, aún dista mucho de ser una “institución de izquierda radicalizada”. Si la encuesta de The Crimson sirve de guía, una considerable mayoría del plantel docente de Harvard se sitúa a la derecha de lo “muy progresista”, e incluye a docenas de eminentes conservadores, como el jurista Adrian Vermeule y el economista Greg Mankiw. Durante años, los cursos de grado más populares han sido Introducción a la Economía Convencional, impartida por una sucesión de conservadores y neoliberales, y las Introducciones decididamente apolíticas a Probabilidad, Informática y las Ciencias de la Vida.
Por supuesto, Harvard también ofrece una amplia oferta de cursos como Etnografía Queer y Descolonizando la Mirada, pero suelen ser “cursos boutique” con poca matrícula. Uno de mis estudiantes ha desarrollado un “Woke-o-Meter” —un medidor de “wokismo”— basado en inteligencia artificial que evalúa los programas de estudio de las materias en función de la recurrencia de temas marxistas, posmodernistas y de justicia social crítica —indicados por la aparición de términos como “heteronormatividad”, “interseccionalidad”, “racismo sistémico”, “capitalismo tardío” y “deconstrucción”—. Estima que representan como máximo el 3% de los 5000 cursos de la currícula de la Facultad de Artes y Ciencias para el año académico 2025-26 y el 6% de sus cursos de Educación General (aunque alrededor de un tercio de estos revelaron una clara inclinación hacia la izquierda). Ofertas más típicas son las de Fundamentos Celulares de la Función Neuronal, Alemán Inicial (Intensivo) y La Caída del Imperio Romano.
Y si Harvard les enseña a sus estudiantes a “despreciar el sistema de libre mercado”, se diría que no lo estamos haciendo nada bien. Las especializaciones de grado más populares son economía e informática, y la mitad de nuestros graduados pasan directamente de la ceremonia de graduación a trabajar en finanzas, consultoría y tecnología.
Lograr una óptima diversidad de puntos de vista en una universidad es un problema complejo y es la obsesión de nuestro Consejo. Por supuesto, no todos los puntos de vista deben ni pueden estar representados. El universo de ideas es infinito, y muchas de ellas no merecen una atención seria, como la astrología, el terraplanismo y el negacionismo del Holocausto. La exigencia del gobierno de Trump de auditar los programas de Harvard en cuanto a diversidad e imponerles una “masa crítica” de opositores aprobados por el gobierno a las carreras que no cumplan sería dañino tanto para la universidad como para la democracia. El Departamento de Biología, por ejemplo, podría verse obligado a contratar a creacionistas, la Facultad de Medicina a los escépticos de las vacunas, y el Departamento de Historia a los negacionistas de las elecciones presidenciales de 2020. Harvard no tuvo más remedio que rechazar el ultimátum, convirtiéndose sin querer en un improbable héroe popular.
De todos modos, las universidades no pueden seguir ignorando el problema. Aunque obsesionadas con el racismo y el sexismo implícitos, han sido insensibles al más poderoso distorsionador del conocimiento: el “sesgo de mi lado”, que nos hace a todos crédulos respecto a nuestras propias creencias o a nuestras coaliciones políticas o culturales, algo muy parecido al “sesgo de confirmación”. Las universidades deberían marcar que su expectativa es que el plantel docente deje sus ideas políticas en la puerta del aula y afirme las virtudes racionalistas de la humildad epistémica y una mente abierta. En ese sentido, a los conservadores un poco de “diversidad, igualdad e inclusión” no les vendría mal. Como dijo la economista Joan Robinson: “La ideología es como el aliento: el propio nunca tiene olor”.
El antisemitismo
La acusación más dolorosa contra Harvard es su presunto antisemitismo; no el esnobismo anglosajón de Oliver Barrett III, sino una extensión del fanatismo antisionista.
Un informe reciente y largamente esperado detalla numerosos incidentes preocupantes. Los estudiantes judíos se han sentido intimidados por las protestas antiisraelíes que han interrumpido clases, ceremonias y la vida cotidiana del campus, que a menudo han tenido una respuesta confusa por parte de la universidad.
El profesorado ha introducido gratuitamente el tema del activismo propalestino en los programas de estudio. Y muchos estudiantes judíos, especialmente israelíes, denunciaron haber sido marginados o demonizados por sus compañeros.
Al igual que con los otros problemas, el antisemitismo de Harvard debe evaluarse con cierto discernimiento. Sí, el problema es real, ¿pero de ahí a ser “un bastión de odio antijudío desenfrenado” con el objetivo de “destruir a los judíos como primer paso para destruir la civilización occidental”? ¡Por favor!
En respuesta a la infame declaración de 34 grupos estudiantiles después del 7 de octubre, que responsabilizaban a Israel de la masacre, más de 400 profesores de Harvard publicaron una carta abierta de protesta. Y el nuevo colectivo “Docentes de Harvard por Israel” ya tiene 450 miembros.
Harvard ofrece más de 60 cursos con temática judía, incluyendo ocho cursos de yidish. Y aunque el informe de 300 páginas sobre antisemitismo analiza cada caso que pudo encontrar en el último siglo —hasta el último grafiti y publicación en redes sociales—, no menciona ninguna consigna que haya sido de “destruir a los judíos”, y mucho menos indicios de que fuera la “opinión dominante en el campus”.
Por si sirve de algo, en mis dos décadas en Harvard no he experimentado antisemitismo, ni tampoco otros profesores judíos prominentes. Mi propia incomodidad, en cambio, queda plasmada en un ensayo publicado en el Crimson y escrito por Jacob Miller, estudiante de último año de Harvard, quien calificó la afirmación de que uno de cada cuatro estudiantes judíos se siente “físicamente inseguro” en el campus como “una estadística absurda que me cuesta tomar en serio, siendo alguien que todos los días usa kipá públicamente y con orgullo en el campus”.
El informe sobre el antisemitismo en Harvard recomienda muchas reformas sensatas y necesarias, y ese es el punto: ante los problemas de una institución compleja, los responsables intentan identificar las fallas y corregirlas. Y desdeñar esos esfuerzos calificándolos de ser como “rociar perfume en una alcantarilla” no ayuda en nada.
Una de esas medidas ya ha sido adoptada: aplicar las regulaciones vigentes que impiden que las protestas pasen de ser expresiones de opinión a campañas de disrupción, coerción e intimidación.
Excelencia académica
Otra obviedad es aplicar estándares de excelencia académica de manera más uniforme. Harvard cuenta con casi 400 iniciativas, centros y programas que son independientes de sus departamentos académicos. Algunos fueron cooptados por profesores activistas y se convirtieron, en efecto, en “Centros de Estudios Antiisraelíes”. Al mismo tiempo, Harvard carece de profesores con experiencia desinteresada en Israel, el conflicto en Medio Oriente y el antisemitismo. El informe exige una mayor supervisión de los profesores y el decanato en esos temas.
Harvard no puede vigilar la vida social ni las publicaciones en redes sociales de sus estudiantes (en particular, las plataformas anónimas donde se expresó el antisemitismo más ruín). Pero sí puede hacer cumplir sus normas contra la discriminación por motivos de religión, origen nacional y creencias políticas, y contra incumplimientos flagrantes, como el de un profesor adjunto que levantó la clase para que sus alumnos pudieran asistir a protestas contra Israel. Harvard podría tratar el antisemitismo con la misma seriedad con la que trata el racismo, y podría dejar establecido que desde el primer momento en que los estudiantes den sus primeros pasos en Harvard Yard se traten con respeto y estén abiertos al disenso.
Igual de claro es lo que no funcionará: el desfinanciamiento punitivo de la investigación científica en Harvard por parte del gobierno de Trump. Contrariamente a un malentendido muy generalizado, una subvención federal no es una limosna para la universidad, ni el Poder Ejecutivo puede usarla para obligar a los beneficiarios a hacer lo que quiera. Es una tarifa por un servicio: la universidad lleva adelante un proyecto de investigación que el gobierno decidió, tras un riguroso proceso de revisión competitiva, que beneficiaría al país. La subvención financia al personal y el equipo necesarios para llevar a cabo esa investigación, que de otro modo no se realizaría.
El estrangulamiento de ese apoyo por parte de Trump perjudicará a los judíos más que lo hecho por cualquier presidente que haya visto en mi vida. Muchos científicos, tanto en ejercicio como en ciernes, son judíos, y ahora ven con horror que son despedidos, que sus laboratorios son desmantelados y que sus sueños de una carrera científica se hacen humo. Esto es muchísimo más dañino que pasar de largo ante un cartel que dice “Globalizar la Intifada”. Peor aún es el efecto sobre el número mucho mayor de científicos no-judíos, a quienes se les dice que sus laboratorios y carreras están siendo aniquilados para defender los intereses judíos. Lo mismo ocurre con los pacientes actuales cuyos tratamientos experimentales serán suspendidos, y los futuros pacientes que podrían verse privados de una cura para su enfermedad. Nada de eso es bueno para los judíos.
La preocupación por los judíos es evidentemente hipócrita, dada la simpatía de Trump por los negacionistas del Holocausto y los seguidores de Hitler. La motivación obvia es paralizar las instituciones de la sociedad civil que sirven como focos de influencia fuera del Poder Ejecutivo. Como lo expresó el vicepresidente J.D. Vance en el título de un discurso de 2021: “Las universidades son el enemigo”.
Si el gobierno federal no obliga a Harvard a reformarse, ¿quién lo hará? Existe la legítima preocupación de que las universidades tienen mecanismos débiles de retroalimentación y autosuperación. Una empresa con números en rojo puede despedir a su CEO, y un equipo perdedor puede reemplazar a su entrenador, pero la mayoría de los campos de estudio académicos no tienen indicadores objetivos de éxito y, en cambio, dependen de la revisión por pares, lo que puede llevar a que los profesores se otorguen prestigio entre sí a través de camarillas autoafirmativas.
Peor aún, muchas universidades han castigado a profesores y estudiantes que critican sus políticas, la receta perfecta para una disfunción permanente. El año pasado, un decano de Harvard justificó esa represión hasta que nuestro Consejo de libertad académica la rechazó con firmeza y su jefe rápidamente lo desautorizó.
Aun así, hay maneras de hacer entrar la luz. Las universidades podrían otorgarles más poder a los “comités visitantes” externos que, en teoría, auditan departamentos y programas de estudios, pero que en la práctica están presos de normativa vigente. Las autoridades universitarias son sermoneados constantemente por exalumnos, donantes y periodistas descontentos, y deberían aprovechar esas opiniones, con criterio, como un control de su propia salud institucional. Las juntas directivas deberían estar más atentas a los asuntos universitarios y asumir una mayor responsabilidad por su salud. La Corporación Harvard está tan aislada y es tan inaccesible que en 2023, cuando dos de sus miembros cenaron con integrantes del Consejo de Libertad Académica, The New York Times consideró que el asunto merecía ser noticia.
La dura experiencia de Harvard de estar desde hace casi dos años bajo escrutinio público ha impulsado, quizás tardíamente, numerosas reformas. La universidad ha adoptado una política de neutralidad institucional, dejando de pontificar sobre temas que no afectan su propio funcionamiento. Ha establecido límites a las protestas disruptivas y creará un sistema de control centralizado para que los infractores no puedan apelar a jurados independientes ni contar con la anulación de las decisiones del profesorado.
La Facultad de Artes y Ciencias ha eliminado las “declaraciones de diversidad” que evaluaban a los solicitantes de empleo por su disposición a escribir en jerga progresista, y su decano ha instado a los directores de carrera a informar sobre la diversidad de puntos de vista de sus materias. Los centros díscolos están siendo investigados y sus directores han sido reemplazados. El informe del grupo de trabajo, aceptado solemnemente por el rector de la universidad, Alan Garber, demuestra que el tema del antisemitismo está siendo abordado en serio. Y ya hay un nuevo pacto de convivencias en las aulas que les exige a los estudiantes estar abiertos a ideas que cuestionen sus creencias.
La verdad incómoda es que muchas de esas reformas se implementaron tras la asunción de Trump y coinciden con sus exigencias. Pero si está diluviando y Trump te dice que abras el paraguas, no tiene sentido negarse solo para fastidiarlo.
Creo que hacer las cosas por una buena razón es la manera en que las universidades pueden mejorar y recuperar la confianza de la opinión pública. Suena trivial, pero muchas veces las universidades se han dejado arrastrar por el deseo de calamar a sus estudiantes, evitar hacer enemigos y mantenerse alejadas de los titulares. Ya vemos lo bien que funcionó.
Por el contrario, las autoridades universitarias deberían estar preparadas para reafirmar el objetivo primordial de una universidad —descubrir y transmitir conocimiento— y los principios necesarios para conseguirlo. Las universidades tienen el mandato y la experiencia para buscar el conocimiento, no la justicia social. La libertad intelectual no es un privilegio de los profesores, sino la única forma en que los falibles humanos adquieren el conocimiento. Los desacuerdos deben negociarse con análisis y argumentos, no con victimizaciones o reproches de intolerancia. Las protestas pueden servir para generar consenso sobre un reclamo, pero no para silenciar a la gente ni para obligar a la universidad a hacer lo que quieren los manifestantes. El patrimonio universitario pertenece a la comunidad, cuyos miembros pueden discrepar legítimamente entre sí, y no puede ser usurpado por una facción. El fondo propio de financiamiento de la universidad es un tesoro que la institución está obligada a custodiar para las generaciones futuras.
¿Qué importancia tiene todo esto? A pesar de todas sus debilidades, Harvard (junto con otras universidades) ha mejorado el mundo, y de forma significativa. Cincuenta y dos profesores de Harvard han ganado Premios Nobel, y la universidad es dueña de más de 5800 patentes. Sus investigadores inventaron la levadura química, el primer trasplante de órganos, la computadora programable, el desfibrilador, el análisis para detectar la sífilis y la terapia de rehidratación oral, un tratamiento económico que ha salvado decenas de millones de vidas. De Harvard salieron desde “Plaza Sésamo”, “The National Lampoon” y “Los Simpson”, hasta Microsoft y Facebook.
Las investigaciones actualmente en curso en Harvard incluyen satélites de rastreo de metano, catéteres robóticos, baterías de última generación y robótica portátil para personas que sufrieron un ACV. Las subvenciones federales respaldan la investigación sobre metástasis, supresión tumoral, radioterapia y quimioterapia en niños, infecciones multirresistentes, prevención de pandemias, demencia, anestesia, reducción de toxinas en la lucha contra el fuego y en el ámbito militar, los efectos fisiológicos de los vuelos espaciales y la curación de heridas en el campo de batalla. Los tecnólogos de Harvard impulsan innovaciones en computación cuántica, inteligencia artificial, nanomateriales, biomecánica, puentes plegables para el ejército, redes informáticas resistentes a ataques informáticos y entornos de vida inteligentes para personas mayores. Y en un laboratorio de Harvard se ha desarrollado la que podría ser una cura para la diabetes tipo 1.
Las aplicaciones prácticas no son lo único que hace que Harvard sea un lugar valioso. Es un carnaval de ideas, un mundo de fantasía para la mente. Aprender sobre las investigaciones de mis colegas es una fuente inagotable de satisfacción, y cuando miro nuestra oferta académica desearía tener otra vez 18 años. El ADN extraído de fósiles humanos revela el origen de las lenguas indoeuropeas. Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, con sus asesinatos, infanticidios, canibalismo e incesto, revelan nuestra eterna fascinación morbosa. Una sola red cerebral subyace al recuerdo del pasado y a la fantasía sobre el futuro. Los movimientos de resistencia no violenta tienen más éxito que la resistencia violenta. Los malestares del embarazo provienen de una lucha darwiniana entre la madre y el feto.
Y si todavía alguien duda de que valga la pena apoyar a las universidades, que reflexione sobre estas preguntas: ¿Cree que está bien la cantidad de niños que muere de cáncer todos los años? ¿Está satisfecho con su actual probabilidad de desarrollar Alzheimer? ¿Cree que existe una comprensión cabal de qué políticas públicas son efectivas y cuáles son un derroche? ¿Está satisfecho con la evolución del clima, dada nuestra tecnología energética actual?
En su manifiesto a favor del progreso, El comienzo del infinito: Explicaciones que transforman el mundo, el físico David Deutsch escribió: “Con el conocimiento adecuado, todo lo que no está prohibido por las leyes de la naturaleza es alcanzable”. Paralizar las instituciones que adquieren y transmiten conocimiento es un trágico error y un crimen contra las generaciones futuras.
Fuente: Internet
(Traducción de Jaime Arrambide)
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“Cúpula Dorada” sistema antimisiles impulsado por Donald Trump

¿Fantasía o verdad?
SpaceX, la empresa de Elon Musk, se perfila como una de las principales candidatas para adjudicarse un contrato clave en el recién anunciado sistema antimisiles “Cúpula Dorada”, impulsado por Donald Trump. La compañía no está sola: compite junto a dos socios estratégicos en este ambicioso y controvertido proyecto militar.

Si Musk logra asegurarse una parte del contrato, podría sumar miles de millones de dólares a su ya abultada fortuna.
El presidente presentó el martes su plan para destinar $25.000 millones de dólares a la fase inicial de construcción del escudo, con la promesa de tenerlo operativo en apenas tres años. Sin embargo, las estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un organismo independiente, contrastan fuertemente con ese optimismo: advierten que el sistema podría tardar hasta 20 años en completarse y costar más de $524.000 millones de dólares.
La propuesta forma parte de una estrategia más amplia que sigue a una orden ejecutiva firmada por Trump el pasado 27 de enero, en la que calificó un posible ataque con misiles como “la amenaza más catastrófica a la que se enfrenta Estados Unidos”.
SpaceX busca adjudicarse el contrato de una sección del proyecto “Cúpula Dorada”, conocida como “capa de custodia”: una constelación de satélites diseñada para detectar misiles, seguir su trayectoria y determinar si se dirigen hacia Estados Unidos, según informaron a Reuters dos fuentes cercanas al proceso de licitación.

Según fuentes citadas por el medio, SpaceX ha estimado que la fase preliminar de ingeniería y diseño de la capa de custodia de satélites tendría un costo de entre $6.000 y $10.000 millones de dólares.
En los últimos cinco años, la empresa de Elon Musk ha puesto en órbita cientos de satélites espía operativos y, más recientemente, varios prototipos. De acuerdo con las mismas fuentes, estas unidades podrían adaptarse para ser utilizadas en el proyecto de la “Cúpula Dorada”.
Reuters también tuvo acceso a un memorando interno del Pentágono firmado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, emitido poco antes del plazo del 28 de febrero. En el documento, dirigido al alto mando militar, se solicitaban propuestas iniciales para el proyecto “Cúpula Dorada” y se urgía a acelerar el despliegue de constelaciones de satélites.
Para su propuesta sobre la denominada “capa de custodia”, SpaceX se ha asociado con dos empresas tecnológicas: Palantir, especializada en desarrollo de software, y Anduril, fabricante de drones.
Las tres empresas que conforman el grupo ofertante fueron fundadas por empresarios que han sido importantes aliados políticos de Donald Trump. El propio Elon Musk donó más de $250 millones de dólares para apoyar su elección como presidente.
En las últimas semanas, según informó Reuters, representantes de SpaceX, Palantir y Anduril se reunieron con altos funcionarios de la administración Trump y del Pentágono para presentar sus planes para el proyecto. Según las fuentes, la iniciativa implicaría el lanzamiento de hasta 1.000 satélites con el objetivo de rodear el planeta, detectar misiles y rastrear su trayectoria.
De acuerdo con las fuentes citadas por el medio, el plan también contempla una flota adicional de 200 satélites de ataque, equipados con misiles o sistemas láser, cuya función sería interceptar y destruir misiles enemigos. Las mismas fuentes aclararon que el grupo liderado por SpaceX no estaría involucrado en la militarización de estos satélites.

A pesar de las señales favorables del Pentágono hacia el grupo liderado por SpaceX, las fuentes consultadas por Reuters señalaron que el proceso de decisión para la construcción de la “Cúpula Dorada” aún se encuentra en sus etapas iniciales. La estructura final del proyecto y los actores seleccionados para llevarlo adelante podrían cambiar de forma significativa en los próximos meses o incluso años.
Fuente: Internet
Con información de Reuters.
Innovadores Locales 2025

Medellín hace parte de las 82 iniciativas internacionales seleccionadas
- La ciudad fue elegida con el proyecto Plan Maestro de Ciudad Inteligente.
- Se presentaron 273 propuestas de América Latina, África y Asia.
- Este programa conectará al Distrito con una red global de expertos en innovación social y más de 200 líderes del mundo.
Medellín fue escogida entre 273 propuestas globales para ser parte del Programa de Innovadores Locales –PIL– 2025, una iniciativa internacional que fortalece a las capacidades de los gobiernos locales para diseñar e implementar soluciones frente a los retos de ciudad. En total, se eligieron 82 propuestas: 37 de América Latina, 30 de África y 15 de Asia.
El Distrito participará con la construcción del Plan Maestro de Ciudad Inteligente, que se realiza con el apoyo del Centro de Pensamiento en Ciudades y Territorios Inteligentes del ITM, una herramienta que permitirá alinear iniciativas digitales, políticas y acciones de gobierno orientadas a resolver retos sociales de manera sostenible, inclusiva y basada en datos.

“Esto nos muestra que vamos por un buen camino construyendo una ciudad más conectada y con capacidades institucionales fortalecidas, centradas en el bienestar de nuestros habitantes”, señaló el secretario de Innovación Digital, Santiago Restrepo Arroyave.
Este programa permitirá que, durante seis meses, Medellín interactúe con más de 200 líderes en innovación social y territorial del mundo, intercambie conocimientos, acceda a metodologías avanzadas de innovación y co-cree soluciones de la mano de la comunidad.

“Felicitaciones por haberse sumado a este camino de innovación sistémica colaborativa y esperamos seguir inspirando a otras ciudades a que se unan para transformar los problemas en soluciones reales y sostenibles a lo largo del tiempo”, planteó el líder del Programa de Innovadores Locales, Nicole Fusilier.
Este logro, también abre la puerta a oportunidades de cooperación internacional, generación de alianzas estratégicas, acceso a financiamiento y posicionamiento de Medellín como referente global en innovación urbana.
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Vietnam, Estados Unidos y el Agente Naranja: «De Enemigos a Socios»
La guerra de Vietnam terminó hace 50 años, pero la lucha contra el Agente Naranja continúa
La Guerra de Vietnam terminó el 30 de abril de 1975, cuando la capital de Vietnam del Sur, Saigón, cayó en manos de las fuerzas comunistas. Pero millones de personas aún enfrentan batallas diarias con su legado químico.
Nguyen Thanh Hai, de 34 años, es uno de los millones con discapacidades vinculadas al Agente Naranja. Nacido con graves problemas de desarrollo, le resulta difícil completar tareas que otros dan por sentadas: abotonarse la camisa azul que lleva a una escuela especial en Da Nang, practicar el alfabeto, dibujar formas o formar oraciones simples.
Hai creció en Da Nang, el sitio de una base aérea de Estados Unidos donde las tropas que partían dejaron grandes cantidades de Agente Naranja que han perdurado durante décadas, filtrándose en los suministros de alimentos y agua en áreas como el pueblo de Hai y afectando a generaciones de residentes.
En todo Vietnam, las fuerzas estadounidenses rociaron 72 millones de litros (19 millones de galones) de defoliantes durante la guerra para despojar al enemigo de su cobertura. Más de la mitad era Agente Naranja, una mezcla de herbicidas.
El Agente Naranja estaba impregnado de dioxina, un tipo de químico vinculado al cáncer, defectos de nacimiento y daños ambientales duraderos. Hoy en día, tres millones de personas, incluidos muchos niños, aún sufren graves problemas de salud asociados con la exposición a este químico.
Vietnam ha pasado décadas limpiando el legado tóxico de la guerra, en parte financiado por la tardía asistencia de Estados Unidos, pero el trabajo está lejos de completarse. Ahora, millones en Vietnam están preocupados de que Estados Unidos pueda abandonar la limpieza del Agente Naranja mientras el presidente Donald Trump recorta la ayuda exterior.
Cuando la guerra terminó, Estados Unidos dio la espalda a Vietnam, ansioso por pasar la página de un capítulo doloroso en su historia.
Pero Vietnam quedó con docenas de puntos críticos de dioxina repartidos en 58 de sus 63 provincias.
Vietnam dice que los impactos en la salud duran generaciones, amenazando a los hijos, nietos e incluso bisnietos de las personas expuestas a los químicos con complicaciones de salud que van desde el cáncer hasta defectos de nacimiento que afectan la columna vertebral y el sistema nervioso.
Pero la ciencia sobre el impacto en la salud humana, tanto para aquellos expuestos al Agente Naranja como para las generaciones que siguen, sigue sin resolverse. Esto se debe en parte a que cuando los dos países finalmente comenzaron a trabajar juntos en 2006, se centraron en encontrar dioxina en el medio ambiente y limpiarla en lugar de estudiar el tema aún controvertido de su impacto en la salud humana, explicó Charles Bailey, coautor del libro «De Enemigos a Socios: Vietnam, Estados Unidos y el Agente Naranja».
«El estudio sobre las causas sigue incompleto», dijo Bailey.
Vietnam identifica a las víctimas del Agente Naranja revisando la historia familiar, dónde vivieron y una lista de problemas de salud vinculados al veneno. Y las discapacidades de Hai probablemente estaban vinculadas al rociado del defoliante, agregó Bailey.
El hombre de 34 años sueña con convertirse en soldado como su abuelo, pero no pudo salir de casa durante años, esperando solo mientras su familia salía a trabajar. Fue solo hace cinco años que comenzó a asistir a una escuela especial. «Soy feliz aquí porque tengo muchos amigos», indicó. Otros estudiantes en la escuela esperan convertirse en sastres o fabricantes de varitas de incienso.
La contaminación también despojó a Vietnam de sus defensas naturales. Casi la mitad de sus árboles de mangle, que protegen las costas de fuertes tormentas, fueron destruidos. Gran parte de su bosque tropical fue dañado irreversiblemente, mientras que el herbicida también agotó el suelo de nutrientes en algunas de las áreas más vulnerables al clima de Vietnam.
En las décadas posteriores al fin de la guerra, el país en recuperación cercó sitios fuertemente contaminados como el aeropuerto de Da Nang y comenzó a brindar apoyo a las familias afectadas.
Pero Estados Unidos ignoró en gran medida la creciente evidencia de los impactos en la salud, incluso en sus propios veteranos, hasta mediados de la década de 2000, cuando comenzó a financiar la limpieza en Vietnam. En 1991, Estados Unidos reconoció que ciertas enfermedades podrían estar relacionadas con la exposición al Agente Naranja y permitió que los veteranos que las padecían fueran elegibles para beneficios.
Desde 1991, ha gastado más de 155 millones de dólares para ayudar a personas con discapacidades en áreas afectadas por el Agente Naranja o plagadas de bombas sin explotar, según el Departamento de Estado. Los dos países también han cooperado para recuperar a los muertos de la guerra, con Estados Unidos ayudando a Vietnam en la búsqueda de sus propios desaparecidos.
Limpiar el Agente Naranja es costoso y a menudo peligroso. El suelo fuertemente contaminado necesita ser desenterrado y calentado en grandes hornos a temperaturas muy altas, mientras que el suelo menos contaminado puede ser enterrado en vertederos seguros.
A pesar de años de trabajo, aún quedan grandes sitios por limpiar. En Da Nang, donde una base aérea fue contaminada durante el almacenamiento y transporte del Agente Naranja, Estados Unidos completó una limpieza de 110 millones de dólares en 2018, pero un área del tamaño de diez campos de fútbol aún permanece fuertemente contaminada.
La cooperación en temas de legado de guerra también sentó las bases para el crecimiento de los lazos entre Estados Unidos y Vietnam, culminando en 2023 cuando Vietnam elevó a Estados Unidos a su estatus diplomático más alto de socio estratégico integral.
«Estados Unidos considera a Vietnam un socio clave para avanzar en un Indo-Pacífico libre y abierto», declaró la exsecretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en Vietnam en 2023.
Pero los recortes de Donald Trump a USAID detuvieron proyectos clave en Vietnam, y aunque muchos se han reanudado, persisten dudas sobre la fiabilidad de Estados Unidos.
Vietnam ahora tiene que negociar una nueva realidad en la que el presidente de Estados Unidos dice que el país ya no puede permitirse ayudar a otros.
El país no puede manejar los químicos tóxicos que aún persisten sin ayuda, sostuvo Nguyen Van An, presidente de la Asociación para las Víctimas del Agente Naranja en Da Nang. «Siempre creemos que el gobierno de Estados Unidos y los fabricantes de este químico tóxico deben tener la responsabilidad de apoyar a las víctimas», observó.
Dijo que esperaba que cualquier interrupción en los proyectos en curso debido a los cambios políticos en Washington fuera temporal.
Los datos insuficientes significan que los expertos no pueden decir definitivamente cuándo terminará el riesgo para la salud humana. Pero el problema más urgente es que si los esfuerzos de limpieza se interrumpen, el suelo contaminado ahora expuesto podría llegar a los cursos de agua y dañar a más personas.
Un proyecto de 10 años para limpiar unos 500.000 metros cúbicos (650.000 yardas cúbicas) de suelo contaminado con dioxina, suficiente para llenar 40.000 camiones, en la base aérea de Bien Hoa se lanzó en 2020. Se detuvo por una semana en marzo y luego se reinició.
Pero Bailey, quien trabajó en temas relacionados con el Agente Naranja en Vietnam durante años, afirmó que el futuro financiamiento de USAID para la limpieza y un programa de 30 millones de dólares para personas con discapacidades era incierto.
Con los recortes federales a USAID, se espera que la mayoría del personal en Vietnam se haya ido para finales de este año, dejando a nadie para administrar el financiamiento para los programas de remediación, incluso si no se recorta.
«Esto básicamente deja una montaña muy grande de suelo contaminado. Solo el 30% de la cual ha sido tratada y eso es menos contaminado», apuntó Bailey.
Agregó que menos de la mitad del suelo en Bien Hoa había sido tratado y gran parte del suelo restante estaba fuertemente contaminado y necesitaba ser tratado en un incinerador aún no construido.
Tim Rieser, quien fue asistente de política exterior del senador retirado Patrick Leahy cuando el demócrata de Vermont aseguró el financiamiento original para los proyectos de remediación de la Guerra de Vietnam y ahora es asesor principal del senador Peter Welch, manifestó que el Congreso aún apoya los programas, pero sería difícil para ellos continuar sin personal.
«Durante más de 30 años, Estados Unidos y Vietnam han trabajado juntos para reconstruir relaciones al abordar los peores legados de la guerra, como el Agente Naranja», dijo. «Ahora la administración Trump está cerrando todo sin sentido, sin preocuparse por el impacto de sus acciones en las relaciones con un socio importante en el Indo-Pacífico».
La embajada de Estados Unidos en Hanói no respondió a una solicitud de comentarios.
Chuck Searcy, un veterano estadounidense de la Guerra de Vietnam que ha trabajado en programas humanitarios en el país desde 1995, manifestó que le preocupa que la confianza construida a lo largo de los años pueda erosionarse muy rápidamente. Señaló que aquellos que se benefician de los proyectos financiados por Estados Unidos para abordar los legados de la guerra son «víctimas inocentes».
«Han sido victimizados dos veces, una vez por la guerra y las consecuencias que han sufrido. Y ahora al quitarles el apoyo», expresó.
⇓ El Napalm: otro componente destructivo en la guerra de Viet Nam ⇓
Estados Unidos lanzó aproximadamente 400.000 toneladas de napalm sobre Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) entre 1963 y 1973. El uso de napalm fue muy controvertido, ya que causó graves quemaduras y sufrimiento en civiles y soldados. A esto hay que añadirle las más de 4 millones de toneladas de bombas de destrucción masiva, arrojadas sobre Viet Nam.
El napalm fue utilizado en gran medida durante la Guerra de Vietnam, donde las fuerzas estadounidenses lo emplearon como un arma antipersonal y para destruir infraestructura. Se lanzaban 250.000 libras de napalm a diario, principalmente bombas de napalm M-47 y bombas incendiarias M-74.
El uso de napalm en Vietnam fue parte de una estrategia de bombardeo más amplia que incluía la detonación de más de 4 millones de toneladas de bombas sobre el país, así como el uso de herbicidas como el agente naranja. La revista HistoryNet compara la cantidad de napalm utilizado en Vietnam (388,000 toneladas) con la cantidad utilizada en Corea (32,357 toneladas) y Japón (16,500 toneladas).
El impacto del napalm en Vietnam fue devastador, causando miles de muertes y lesiones. El napalm también contribuyó a las secuelas ambientales del conflicto, dejando un legado de contaminación y sufrimiento que perdura hasta el día de hoy.
Fuente: Internet /El corresponsal David Rising en Bangkok contribuyó con esta nota.
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5 tendencias tecnológicas en este 2025

Si los años nos demuestran algo, es que las tecnologías evolucionan constantemente. Con un 2025 que apenas comienza, es momento de preguntarnos por las innovaciones y áreas que definirán nuestra relación con la tecnología en los meses siguientes.
Globant, una de las empresas de ingeniería de software más importantes del mundo, presentó un reporte con 5 innovaciones a tener en cuenta para 2025 y más allá. Veamos una por una.
1. Computación cuántica
La computación cuántica tiene el poder de cambiar para siempre la manera en que procesamos la información. A diferencia del modelo tradicional, basado en un sistema binario (0 y 1), las computadoras cuánticas usan qbits, que pueden tener múltiples estados a la vez. Así, tienen la capacidad de resolver, en solo segundos, problemas complejos que tomarían años con computación tradicional.
Gigantes de la tecnología como IBM y Google están desarrollando nuevas investigaciones centradas en computación cuántica. Mientras que IBM desarrolló Qiskit, un poderoso software que mejora la eficiencia de los experimentos cuánticos, Google apuesta por mejorar la corrección de errores gracias a los qbits.https://www.youtube.com/embed/I8Tw_ptO9DI?start=116&feature=oembed
Algunos datos clave:
- El mercado global de la computación cuántica tendrá un valor total de 8,6 mil millones de dólares en 2027. En 2020, la cifra era de 412 millones.
- El 40% de las startups y el 33% de las universidades están estudiando y/o aplicando recursos o procesos basados en computación cuántica.
2. Sistemas de IA con agencia
A diferencia de los Grandes Modelos de Lenguaje, que ofrecen información a partir de las consultas de los usuarios, estos modelos buscan un enfoque más colaborativo al integrar distintos actores o agentes para que trabajen entre sí, con un fin en común y con cada rol aportando su experticia.💡Imagina un matemático, un ingeniero y un físico resolviendo una ecuación compleja y determinando sus usos prácticos
Estos sistemas de IA cuentan y contarán con distintos niveles de independencia, pudiendo ser completamente autónomos hasta depender de una manera u otra de participación humana. Indiferentemente, todo sistema podrá contar con cierto nivel de agencia, esto es, capacidad de actuar independientemente y controlar acciones y procesos.
- Gartner pronostica que, para 2028, un tercio de las interraciones con la IA generativa incluirán modelos de acción y agentes autónomos capaces de completar tareas sin intervención humana.
- Según un reporte de IDC, la inversión en IA crecerá un 27% año a año, llegando a 423 mil millones de dólares para 2027.
3. Robótica
Factores como la IA generativa y la digitación, el paso de lo analógico o físico a formatos digitales, marcarán una nueva etapa para la robótica en sectores como la salud, construcción y manufactura.
Para Globant, las innovaciones en tecnologías emergentes y establecidas abren una era donde la robótica estará presente en nuestros hogares y los rincones más lejanos del mundo sin ningún tipo de fricción. Eso sí, uno de los principales retos será la gestión de robots de diferentes marcas en espacios industriales.
La empresa InOrbit está desarrollando una solución para esto, el sistema RobOps Copilot, un sistema que permitirá gestionar robots de distintas marcas en un único ecosistema, optimizando su eficiencia y autonomía, resolviendo además problemas de compatibilidad.
- Durante 2024, las startups enfocadas en robótica levantaron aproximadamente 4,2 mil millones de dólares en rondas de financiamiento.
- Para 2030, el 80% de los humanos se relacionará diariamente con robots inteligentes gracias a los avances en interacciones sociales, perfeccionamiento humano, y más.
4. Humanos sintéticos
Se tratan de avatares digitales que imitan el comportamiento, apariencia y personalidad de las personas. Para entender mejor su impacto, leamos las palabras de Ritesh Menon, vicepresidente de tecnología de Globant:
Los humanos sintéticos serán tus amigos digitales en el ecosistema digital. Un amigo con quien quieras hablar una y otra vez; qué no te juzgará, qué te comprenderá, y en el que podrás confiar […] serán tu amigo digital en cada experiencia con cada negocio con el que trates.
Gracias al manejo de expresiones faciales, respuestas emocionales y lenguaje corporal, estas interfaces serán capaces de asimilar todo el rango de comunicación humana para redefinir aún más nuestra relación con las máquinas.
SoulMachines es una empresa líder en el área de los humanos sintéticos, desarrollando avatares que pueden personalizarse con alrededor de 100 rasgos humanos.https://www.youtube.com/embed/QaNb4IH8uSQ?feature=oembed
Por su parte, en el área de la salud, los avatares desarrollados por Hippocratic AI son capaces de monitorear síntomas y ofrecer orientación médica.
- En 2026, la mitad de los compradores B2B interactuarán con un humano digital durante su ciclo de compra.
- El mercado de humanos digitales, o avatares IA, crecerá a un valor de 67,54 mil millones de dólares para 2032.
5. Experiencias invisibles
Las experiencias invisibles son nuestras interacciones con la tecnología capaz de anticipar y nuestras necesidades sin ningún tipo de fricción. De esta manera, los sistemas responden de manera inteligente y adecuada al contexto y nuestras emociones al procesar patrones de información.
Esto será posible gracias a varios factores, como la integración entre IA, computación en la nube y computación frontera («edge computing»), así como la expansión global de la cobertura de Internet, permitiendo que la tecnología esté siempre presente, pero de manera discreta y sútil, gracias al despliegue de satélites de órbita baja (LEO).
Uno de los productos que lidera la llegada de las experiencias invisibles son los lentes inteligentes, dispositivos capaces de traducir información en tiempo real, sincronizarse con otras terminales, hacer sugerencias, y mucho más.
- Las ganancias generadas por lentes integrados con realidad aumentada serán cinco veces más altas en 2026 respecto a 2023.
- Se predice un crecimiento del mercado global de lentes inteligentes del 13,2% de 2023 a 2029.
El reporte de Globant nos da una mirada muy interesante sobre las innovaciones emergentes que cambian y cambiarán la manera en que vemos la tecnología. Haciendo seguimiento, entenderemos mejor qué tan cercanas son estas innovaciones a nuestros trabajos y vidas personales.
Descarga el reporte completo aquí👇:
https://www.asilodigital.com/content/files/2025/02/Reporte—5-tendencias-tech-para-2025—Globant.pdf
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DESDE LAS TIC
Plan de Participación Ciudadana
Estrategia de Participación Ciudadana
Diagnóstico e identificación de problemas es el espacio tiene como propósito vincular a ciudadanos e interesados en el proceso de recolección de información y análisis de la misma para identificar y explicar los problemas que les afectan.
A través del sitio, https://www.mintic.gov.co/portal/inicio/Normatividad/Documentos-para-comentar/ usted puede encontrar los diferentes temas que son puestos a consideración de la ciudadanía para el diagnóstico de necesidades e identificación de problemas.
Asimismo, con el objetivo de apoyar pedagógicamente la apropiación de los temas que maneja el Ministerio, se cuenta con:
- Documento Estrategia de Participación Ciudadana AsiParTICipamos 2022: incluído dentro de la Estrategia de Participación Ciudadana, en donde puede encontrar: Fundamento normativo, mecanismos de participación en el MinTic y Escenarios de participación ciudadana en el MinTic.
- Portal Colombia TIC: Es un sistema de información integral, que reúne datos, variables e indicadores relevantes, sobre el sector de las Tecnologías de Información y las Comunicaciones, con el fin de entregar al sector información de interés que facilite la fijación de metas, estrategias, programas y proyectos de las TIC. Este sistema de información fue creado a partir de la Resolución 3484 de 2012.
- Portal GOV.CO/Territorial: Es un lugar de soluciones para Gobierno y ciudadanos donde convertimos la tecnología en eficiencia, transparencia y participación; beneficiando a entidades, servidores públicos y ciudadanos.
Y otros dispuestos en la sección Iniciativas, dentro de los que se encuentran:
- Centro de Relevo
- ConverTIC
- Datos abiertos
- Misión TIC
- Por TIC Mujer.
- Transformación Digital y Fortalecimiento de Medios de Comunicación.
Herramienta de evaluación de los espacios de participación ciudadana
El Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones cuenta con una Encuesta de Satisfacción Espacios de Participación Ciudadana que sirve como herramienta para conocer la percepción de los grupos de valor en relación con los espacios de participación ciudadana. Esta encuesta es diligenciada con los participantes cada vez que se realiza un espacio de participación durante la vigencia y se encuentra disponible:
- Físicamente: Por medio del Sistema del Modelo Integrado de Planeación y Gestión bajo el código AGI-TIC-FM-026
- Virtualmente: https://forms.office.com/r/2vtztFt4e5
Resultados de la participación ciudadana:
En el documento Informe de Resultados – Plan de Participación Ciudadana podrá consultar resultados de la implementación de la Estrategia de Participación Ciudadana en la fase de diagnóstico participativo:
Estrategia Plan de Participación Ciudadana 2025
Última actualización: Ene 27, 2025
Alertan posible «amenaza directa» que acabaría extinguiendo especie humana
– IA: Dos letras que redefinen el futuro.
La Inteligencia Artificial (IA) encarna tanto las posibilidades y como las ansiedades del porvenir. Sin embargo, mientras algunos disfrutan del espíritu pionero de los últimos avances, a muchos les preocupa que avancemos demasiado rápido y con poca consciencia.

– Lo que la IA podría significar para la humanidad
Un nuevo informe encargado por el Departamento de Estado de Estados Unidos pinta una imagen preocupante de lo que la Inteligencia Artificial podría significar para la humanidad.

– ‘Una amenaza directa de extinción’
El informe, publicado por Gladstone AI, afirma que los sistemas de Inteligencia Artificial más avanzados podrían “representar una amenaza directa de extinción para la especie humana”.

– Un cambio de paradigma peligroso
“El actual desarrollo de la IA plantea riesgos urgentes y crecientes para la seguridad nacional”, sostiene el informe, citado por la revista TIME. “El auge de la IA avanzada tiene el potencial de desestabilizar la seguridad global de maneras que recuerdan al surgimiento de las armas nucleares”.

– Un arma inteligente
Gladstone AI destaca en su sitio web oficial que el informe es la primera evaluación de la proliferación y riesgos de seguridad de la IA como arma.

– Todas las posibilidades de la IA
“La IA ya es una tecnología económicamente transformadora. Podría permitirnos curar enfermedades, hacer descubrimientos científicos y superar desafíos que alguna vez pensamos que eran insuperables”, dijo a CNN Jeremie Harris, director ejecutivo y cofundador de Gladstone AI.

-Perdiendo el control
«Pero la IA también podría conllevar riesgos graves, incluidos riesgos catastróficos, de los que debemos ser conscientes», añadió el director ejecutivo de IA de Gladstone. «Y un creciente conjunto de pruebas sugiere que, por encima de cierto umbral de capacidad, las IA podrían volverse potencialmente incontrolables».

– Una opinión independiente de Washington
CNN comenta que el gobierno de Estados Unidos enfatiza que el informe Gladstone AI no representa los puntos de vista ni las opiniones de Washington, DC.
– ‘Incentivos perversos’
La revista TIME escribe que, según los tres autores del informe, a muchos trabajadores de IA les preocupa que las decisiones tomadas por los altos ejecutivos de sus empresas estén más motivadas por las ganancias, la competencia u otros «incentivos perversos».
– Más de 200 entrevistas
El informe final, explica CNN, llega después de más de 200 entrevistas durante un año con altos ejecutivos de empresas de Inteligencia Artificial, investigadores de ciberseguridad, expertos en armas de destrucción masiva y funcionarios de seguridad nacional del gobierno de Estados Unidos, entre otros.
– Algunos grandes nombres tecnológicos.
Algunos empleados entrevistados trabajan para importantes proyectos de empresas de tecnología como Google DeepMind, Meta, OpenAI y Anthropic.
– Un plan de acción
Sin embargo, no todo está perdido. Gladstone AI también ha desarrollado el primer Plan de Acción gubernamental de su tipo para abordar el riesgo potencial y potencialmente mortal que podría crear la Inteligencia Artificial.
– Un cambio radical para la IA
La revista TIME describe el documento, titulado “Un plan de acción para aumentar la seguridad de la IA avanzada”, como un conjunto de políticas amplias y sin precedentes que, de aprobarse, podrían afectar radicalmente a la industria de la Inteligencia Artificial.
– ¿Agencia Central de Inteligencia Artificial?
Entre otras cosas, el informe recomienda la creación de una nueva agencia federal que se centre únicamente en la regulación de la Inteligencia Artificial.
– Un coro creciente de preocupaciones
Según el diario británico The Daily Mail, el informe encargado por el Departamento de Estado de EE. UU. se suma al coro de voces de la industria, el gobierno y el mundo académico que piden medidas regulatorias más agresivas sobre la Inteligencia Artificial.
– Arquitectos de un futuro inquietante
Por ejemplo, en julio de 2023, la UNESCO expresó su preocupación por el hecho de que tecnologías futuras desenfrenadas, como la Inteligencia Artificial o Neuralink de Elon Musk, alterarán nuestra privacidad mental.
– Vamos a calmarnos un poco
Aunque no podemos detener el tiempo, tal vez haya una manera de tomar cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde y no haya forma de bajar la velocidad.


















